jueves, 15 de agosto de 2013

@TecniTipsGANB #36

Donde hay humo
Por David A. Lucht
Hace cincuenta años, Duane Pearsall descubrió por casualidad una tecnología que ofrecía la posibilidad de una nueva clase de detector de humo. Lo que hizo con su descubrimiento no fue accidental y ha ayudado a salvar decenas de miles de vidas en incendios domésticos.

Había sido un día difícil para Duane Pearsall. Transcurría el año 1963, y Pearsall, junto con un ingeniero y un técnico, se hallaba frente a un experimento provisorio en un laboratorio de análisis de Pearsall Company en Denver, Colorado. Los hombres estaban tratando de descifrar por qué fallaba uno de sus nuevos productos, y la atmósfera en el laboratorio era tensa. Los problemas eran tan graves que Pearsall, un empresario y hombre de negocios, le preocupaba perder toda la inversión en el proyecto, incluida una segunda hipoteca sobre su casa. No ayudaba en nada que el experimento estaba arrojando lecturas que nadie podía explicar.

La compañía de Pearsall vendía principalmente equipos de calefacción y de distribución de aire para edificios comerciales del área de Denver. Hacía poco había iniciado una compañía, Statitrol Corporation, con el fin de desarrollar y vender un nuevo producto muy prometedor, al que denominó "neutralizador estático", esencialmente un generador de iones. El dispositivo estaba diseñado para quitar cargas electrostáticas en aplicaciones comerciales e industriales, tales como laboratorios fotográficos y salas asépticas, y no paraban de recibir pedidos. Pero también se habían registrado fallas de producto en el campo —se acumulaban pequeñas partículas de polvillo dentro de los dispositivos, lo que interfería con la generación de iones— y Pearsall y su equipo estaban trabajando con una nueva versión del neutralizador, una que no tuviera ese problema.

Lyman Blackwell, el ingeniero, había improvisado la prueba para medir el flujo de iones del chorro de aire que salía del generador. Tan pronto como comenzó el experimento, el medidor de la concentración de iones, ubicado a seis pies del generador de iones, comenzó a arrojar lecturas erráticas, que nadie podía explicar. Luego se dieron cuenta de que las lecturas extrañas sólo sucedían cuando el técnico, un fumador empedernido, que por cierto estaba fumando ese día, exhalaba humo cerca de la entrada del ventilador del generador de iones. Se dieron cuenta de que el medidor estaba detectando partículas invisibles de humo.

No les llevó mucho tiempo darse cuenta de que se habían topado con una tecnología que podía utilizarse en un detector de humo comercialmente viable. “Nos embarcamos en este procedimiento experimental sin ninguna previsión de que el resultado cambiaría el mundo en forma drástica”, Pearsall escribió más tarde en sus memorias inéditas: My Life Unfolded. “Pero así sucedió”.

Fue el momento eureka de Pearsall. La detección de humo por ionización no era nueva, pero Pearsall se dio cuenta de que la tecnología básica del medidor de iones "emparchado" de Blackwell ofrecía el potencial para una nueva clase de detector de humo. Muy pronto, Pearsall, quien no contaba con experiencia en protección de incendios, se encontró orientando la mayor parte de sus esfuerzos hacia el desarrollo de un producto que salvaría vidas, y que consideraba podía ser más eficiente y menos costoso que los detectores del mercado. Su lucha de una década de duración para llevar al mercado un detector de humo doméstico se desarrolló en paralelo con una conciencia creciente sobre el problema que representaban los incendios en los Estados Unidos, y fue este, el dispositivo que finalmente produjo el que sería considerado como quizás, la contribución tecnológica más importante en la lucha por la vida de las personas en incendios domésticos.

Han transcurrido cincuenta años desde ese encuentro fortuito entre el humo de cigarrillo y el medidor de concentración de iones, y parece un momento oportuno para celebrar la profunda influencia que el trabajo de Pearsall ha tenido en la seguridad de incendios en los EE.UU. y en todo el mundo, y reconocer las decenas de miles de vidas que se han salvado gracias a sus esfuerzos precursores.

Mientras tanto, en Washington...
A lo largo de la década del 60, mientras Pearsall y sus compañeros orientaban su atención hacia el desarrollo de sistemas de alarma y detección de humo para aplicaciones comerciales, y más tarde residenciales, el problema de la seguridad pública se hacia prioritario en los medios de comunicación y en el Congreso. El descontento social y los disturbios callejeros en ciudades de todo el país a finales de los 60 puso a prueba la capacidad respuesta de la policía local y de los servicios de bomberos.

En 1968, el Congreso promulgó la Ley de calles seguras (Safe Streets Act) para apoyar y asistir a las agencias locales y estatales de cumplimiento de la ley además de la Ley sobre investigación y seguridad de incendios (Fire Research and Safety Act) para explorar la necesidad de un apoyo similar para los servicios de bomberos.

El Presidente Lyndon Johnson convirtió el proyecto en ley, señalando que en 1966 los incendios terminaron con la vida de más de 12,000 estadounidenses —aunque la cifra real probablemente se acercaba más a 8,000, basada en métodos estadísticos mejorados utilizados por NFPA— y fueron responsables de miles de millones de dólares en daños a la propiedad. “Esta gran nación, de la cual estamos tan orgullosos y a la cual estamos tan dedicados, lidera el mundo en el campo de la tecnología”, afirmó Johnson, “pero queda retrasada respecto de otras naciones en cuanto a la protección de sus habitantes".

La ley exigía el nombramiento presidencial de un panel de 20 miembros para llevar a cabo un estudio abarcador del problema de los incendios de la nación y hacer recomendaciones para reducir las pérdidas de los incendios. El panel, conocido como la Comisión Nacional sobre Prevención y Control de Incendios, fue designada por Richard Nixon, sucesor de Johnson, y en 1972 la comisión organizó audiencias públicas en Washington, D.C., Dallas, Los Ángeles, San Francisco, y Chicago. En base a su propia investigación y a testimonios de cientos de testigos, la comisión compiló sus hallazgos en un informe denominado America Burning(Estados Unidos en llamas).

El informe fue una divisoria de aguas en la historia de los incendios en los Estados Unidos. Editado en 1973, America Burning rápidamente develó a algunas verdades difíciles. La primera página se hizo eco la evaluación que Johnson había hecho hacía cinco años: “Resulta t francamente sorprendente que, la nación tecnológicamente más rica y más avanzada del mundo lleve la delantera entre todos los países industrializados más importantes, en tanto a muertes per cápita y pérdidas de la propiedad provocadas por incendios. Según el informe, más del 80% de las muertes ocurridas en incendios en los EE.UU. ocurría en los hogares de las víctimas, a menudo por la noche, momento de mayor vulnerabilidad. America Burning logró que la seguridad en incendios se convirtiera en un tema de orden prioritario para el público y propuso como objetivo a alcanzar, dentro del margen de la siguiente generación, el de cortar por la mitad las cifras referentes a las pérdidas de vida en d los incendios en los EE.UU.

Fue con este telón de fondo del tema de la emergente seguridad nacional, que Pearsall siguió adelante con el desarrollo de los detectores de humo que podía llevar al mercado. El primero en salir fue un nuevo sistema de detección de humo por ionización integrado para aplicaciones comerciales e industriales, lanzado en 1968. Basado en una versión modificada del dispositivo experimental de medición de flujo de iones de Blackwell, el nuevo sistema era relativamente eficiente, ya que sólo requería un suministro de energía de 24 voltios en comparación con los 220 voltios necesarios para un dispositivo similar producido en Suiza. La respuesta fue alentadora; Honeywell hizo un pedido de 15,000 unidades, y 1,100 se instalaron a bordo del Queen Mary, el crucero fuera de servicio permanentemente amarrado en Long Beach, California.

A pesar de su eficiencia, el sistema integrado de Statitrol todavía resultaba demasiado costoso para los propietarios, especialmente para actualizar los ya existentes en en hogares , y Pearsall siguió trabajando en una versión doméstica, que consideraba con mejores perspectivas de funcionamiento. Las alarmas de incendio para uso doméstico —originalmente detectores de calor accionados por resorte o accionados por gas comprimido— ya se conocían desde la década del 50, pero eran muy caros, a menudo más de US$1,000 por vivienda, y no habían tenido un gran impacto en el mercado. Las diversas investigaciones comenzaron a demostrar la superioridad de la detección de humo para la seguridad humana, y el primer producto para detección de humo doméstico de estación única fue lanzado al mercado en 1966. Se trataba de un detector fotoeléctrico activado por CA diseñado para colgarse sobre la pared, con un cable flexible para enchufarlo en un tomacorriente de pared. Una serie de compañías ofrecían detectores de humo domésticos, pero hasta el momento no había surgido un mercado minorista de gran escala.

Pearsall estaba convencido de que podía mejorar el detector por ionización. Dado que los requisitos energéticos eran mínimos, el dispositivo de Statitrol sería auto contenido y accionado por baterías, una característica completamente nueva para las alarmas de humo. Sería del tamaño aproximado de una taza de café, y podría sujetarse fácilmente al cielorraso con dos tornillos. Blackwell, un inventor talentoso, una vez más contribuyó con el diseño, y ayudó para poder lograr la fuente de energía de la batería.

Pero a Pearsall lo preocupaba la posibilidad de que las baterías se agotaran, lo que anularía el detector. Tomando esto en cuenta , Paul Staby, ingeniero de Statitrol, trabajó junto a Blackwell para desarrollar circuitos de auto-verificación que producirían un "chirrido" audible cuando la potencia de la batería descendiera, una característica que resultaría fundamental para superar la resistencia de los funcionarios del cuerpo de bomberos, escépticos ante la idea de un detector de humo accionado por baterías. Como una protección adicional, Pearsall decidió enviar por correo, un recordatorio anual de cambio de la batería, a los consumidores que habían enviado la tarjeta de respuesta comercial incluida en cada paquete de producto.

Blackwell y Staby presentaron la patente del detector de humo doméstico con auto-verificación y accionado por baterías el 9 de abril de 1971 (Oficina de Patentes de los EE.UU. #3,778,800). Pearsall lo denominó “SmokeGard.”

A pesar del progreso, Pearsall sabía que habría de superar muchas piedras en el camino para lograr ventas minoristas del SmokeGard. Para empezar, el detector no cumplía con las normas de la época. NFPA 74, Equipamiento de advertencia de incendios en viviendas familiares, no permitía que las baterías fueran la única fuente de energía, y los laboratorios de pruebas como UL y Factory Mutual no realizaron pruebas del producto porque no cumplía con las normas de NFPA. Para complicar las cosas aún más, ninguno de los códigos modelo reconocía el concepto de detector de humo accionado por baterías o exigía detectores en las viviendas. Entonces, como ahora, las ventas de los dispositivos de protección de incendio estaban impulsadas por los requisitos de códigos locales de incendio y construcción, además de los códigos modelo de consenso sobre los que se hallaban basados.

Pero Pearsall insistió, y comenzó a diseñar una estrategia para trabajar dentro del sistema de códigos y normas para lograr que SmokeGard fuera posible. A pesar de que él participó personalmente en todos los pasos de la creación, una parte de su talento se basaba en una capacidad excepcional para canalizar otros talentos, desde ingenieros y profesionales de marketing hasta trabajadores de base en la fábrica y defensores del sector público. Organizó un grupo ad hoc de miembros de la comunidad de la protección de incendio para ayudarlo a promover la comprensión del detector y resolver temas que preocupaban a los profesionales de la protección de incendio y de la construcción. El grupo incluía a Rexford Wilson, consultor de ingeniería de protección de incendios, Myrle Wise, jefe de bomberos de Denver y John “Gus” Degenkolb, funcionario retirado del Departamento de Bomberos de Los Ángeles. En conjunto analizaron la idea, respondieron preguntas técnicas y distribuyeron prototipos del detector en forma gratuita a la plana mayor del mundo de la seguridad de incendios.

Poco a poco, el trabajo comenzó a rendir frutos. Para 1973, ya se tomaba en serio al dispositivo SmokeGard, y por personas influyentes; tanto es así que se incluyeron imágenes del mismo en el informe America Burning enviado al Presidente Nixon y al Congreso.

Mientras tanto, en Ohio...
Mientras Pearsall trabajaba en su nuevo detector de humo, los funcionarios de prevención de incendio de Columbus, Ohio, compartían su creciente preocupación sobre las pérdidas producidas en los incendios residenciales , además de su esperanza con respecto al potencial para salvar vidas que representaría el uso de las alarmas de incendio domésticas.

Yo me encontraba trabajando como ingeniero de investigación en el Laboratorio de Investigación de la Universidad del Estado de Ohio, brindando soporte técnico al Código de Construcción de Ohio y realizando pruebas de incendio de sistemas de construcción de edificios.

En 1971, me ofrecí como voluntario para ayudar a la Asociación de Prevención de Incendios de Ohio Central a efectuar proyectos de demostración para los medios de comunicación y para investigadores de seguridad, a fin de destacar el valor de los detectores de humo domésticos. También estábamos llevando a cabo algunos estudios in situ de estabilidad de los detectores a largo plazo. Para las demostraciones se utilizaron muestras de SmokeGards donadas por Pearsall.

Estas demostraciones ayudaron a convencer a los funcionarios estatales de que los detectores eran necesarios, y en 1971 Ohio se convirtió en el primer estado en adoptar requisitos para detectores de humo residenciales en su código de construcción estatal, además de su código modelo para viviendas unifamiliares, bifamiliares y trifamiliares.

En 1972, publiqué un artículo en esta revista, en ese entonces llamada Fire Journal, que informaba sobre las nuevas disposiciones de Ohio y promovía el uso generalizado de alarmas de incendio domésticas a precios accesibles. “Espero que estudios y desarrollos futuros en la tecnología de incendios hagan posible niveles más elevados de protección a precios más bajos”, escribí. “Sin embargo, en la actualidad deben realizarse esfuerzos enérgicos y razonables para que funcionarios públicos, propietarios y constructores hagan lo más que puedan para convertir a los hogares en un lugar más seguro en donde vivir”.

Una cosa llevó a la otra. Durante el proyecto de demostración, conocí a Robert Lynch, jefe de bomberos del estado de Ohio, quien me ofreció escribir el primer Código de Incendios de Ohio, el que comencé en 1972. El nuevo código se publicó al año siguiente e incluyó requisitos para detectores de humo residenciales. Sucedí a Lynch como jefe de bomberos del estado después de su retiro en 1974, con autoridad sobre el Código de Incendios de Ohio que había escrito. Al poco tiempo de convertirme en jefe de bomberos del estado, me contactó la Casa Blanca, y fui postulado por el Presidente Gerald Ford para ser el primer administrador adjunto de la Administración de Incendios de los EE.UU., una nueva agencia creada por el Congreso en 1974 con el fin de implementar las recomendaciones de America Burning. Me mudé a Washington en 1975 después de las audiencias de confirmación del Senado.

Mientras tanto, Pearsall seguía haciendo progreso; con un amplio apoyo de los impulsores nacionales en favor de un detector de humo a bajo costo, el Comité Técnico responsable de NFPA 74 se preparó para dar un paso significativo. En 1972, se modificó la norma para permitir la característica de energía a batería con auto-verificación. Las nuevas disposiciones exigían una señal de falla audible antes de que las baterías perdieran la capacidad de dar energía a la alarma, y se requirió una señal de falla, o chirrido, que durara por lo menos siete días consecutivos.

También se estaban llevando a cabo debates sobre la modificación en la cantidad de detectores exigidos para las viviendas. En esa época, NFPA 74 requería detectores de humo en los pasillos de entrada a los dormitorios, además de detectores de calor “en todas las habitaciones, todos los placares, y en todas las áreas donde pudiera ocurrir un incendio”. Estos requisitos generaban costos que resultaban prohibitivos para la mayor parte de los propietarios. En 1974, Richard Bright, un destacado investigador sobre detección de incendios de la Agencia Nacional de Normas (actualmente el Instituto Nacional de Normas y Tecnología), calculó un costo de US$700 a US$1,200 —un total de US$6,000 actuales— para proteger una vivienda típica de tres dormitorios. La investigación empírica de incendios estaba comenzando a demostrar que, en comparación con los costos del sistema de detectores de calor, el uso de solamente los detectores de humo, brindaba s una tasa elevada de retorno en términos de vidas salvadas.

La edición 1972 de NFPA 74 reconoció este hecho estableciendo por primera vez que “reconoce que el uso de protección parcial puede ofrecer algún grado de seguridad humana para ocupantes dormidos cuando un detector de humo básico se instala en las áreas inmediatas a los dormitorios, pero fuera de los mismos”. La edición 1974 de la norma fue aún más allá. Bright escribió más tarde que “reconocía el hecho de que la tecnología de detección de humo ha avanzado a tal punto que la instalación sensata de uno o más detectores de humo podría ser más efectiva que una casa llena de detectores de calor para alertar de un incendio a los ocupantes de la vivienda”.

Pasos finales
Desde el comienzo, Pearsall supo que los minoristas serían reacios a poner el SmokeGard en sus estanterías sin el sello de aprobación de un laboratorio de pruebas reconocido en forma nacional, por lo que se acercó a Factory Mutual Laboratories (ahora FM Approvals) a comienzos de los 70 con una propuesta para probar su detector de humo. En sus 136 años de historia, Factory Mutual nunca había probado y aprobado un producto doméstico —trabajaba exclusivamente con equipamiento de incendios para aplicaciones industriales y comerciales— pero la administración de FM se interesó en el SmokeGard modelo 700 de Statitrol. Utilizando una nueva categoría de aprobación residencial, FM emitió una aprobación para el SmokeGard en 1972, el mismo año que el detector hizo su debut minorista en el catálogo de Sears & Roebuck al precio de lista relativamente accesible de US$37.88, o un poco más de US$200 a precio actual. Underwriters Laboratories probó y listó el SmokeGard en 1974 como un “dispositivo de alarma de incendio de estación única (de la clase operado por batería)” del tipo de detección de productos de combustión.

Pearsall también estaba llegando a la recta final respecto de su campaña de códigos y normas. Al comienzo, con ayuda de sus defensores, Pearsall se había centrado en la región oeste de los EE.UU. a través de la Conferencia Internacional de Funcionarios de Edificios, y en 1973 el Código Uniforme de Construcción se convirtió en el primer código modelo regional en incorporar requisitos para detectores de humo ubicados en los pasillos inmediatamente afuera de los dormitorios. Ese mismo año, se emitió una Enmienda Interina Tentativa a la edición 1973 del Código de Seguridad Humana de NFPA, en donde se exigían detectores de humo en todas las unidades de vivienda, incluidos edificios de departamentos y viviendas unifamiliares y bifamiliares. Para 1975, se habían incorporado requisitos similares a los dos otros códigos regionales modelo de construcción del país, además del Consejo de Funcionarios de Construcción de los EE.UU.

Al tiempo, los gobiernos estatales y locales comenzaron a adoptar los códigos modelo para construcciones nuevas. Algunas jurisdicciones adoptaron requisitos de alarmas de incendio domésticas directamente a través de leyes y ordenanzas sin utilizar los códigos modelo. El dispositivo accesible y fácil de instalar desarrollado por Pearsall hizo posible actualizar la instalación en el vasto inventario de la nación de construcciones residenciales. Más tarde, los legisladores se dedicaron a reglamentaciones retroactivas para hogares existentes, usualmente requiriendo la instalación de detectores de humo en el momento de un acuerdo de compra y venta.

Uno de los obstáculos finales que Pearsall tuvo que sortear fue el proveniente de Ralph Nader, famoso defensor de los consumidores. En 1976, Nader presentó un reclamo en la Comisión Reguladora Nuclear (NRC, por sus siglas en inglés), asegurando que los detectores de humo por ionización producían emisiones radioactivas peligrosas para la salud de las personas. El reclamo solicitaba a la NRC que retirara los detectores del mercado y prohibiera futuras ventas. Al igual que todos los detectores de humo por ionización, el SmokeGard contenía una pequeña fuente radioactiva, americio-241, a los efectos de crear iones en la cámara de detección. Pero la NRC desestimó el reclamo, aduciendo que la exposición a la radioactividad era mínima; una fracción de la que experimenta una persona en un avión comercial durante un vuelo de ida y vuelta por el país.

Una vez que se superaron todos los obstáculos, Statitrol pasó a producción plena. El negocio creció rápidamente, y la fuerza de trabajo se expandió a más de 1,000 personas para 1976.

Pearsall vendió Statitrol a Emerson Electric en 1977 y al poco tiempo fundó Columbine Venture Fund en forma conjunta, con el objetivo de ayudar a otros empresarios e inventores a promover innovaciones tecnológicas.

El impacto de los detectores de humo domésticos
A través de los años, había llegado a conocer a Pearsall por correspondencia y mediante conversaciones telefónicas, pero no lo conocí personalmente hasta la reunión anual de NFPA de Boston en 1980. Yo había comenzado a trabajar en el Instituto Politécnico de Worcester (WPI) para crear una nueva carrera de estudios de ingeniería para la protección de incendio, y estábamos buscando nuestra primera donación para iniciar la recaudación de fondos. Nos presentó Rexford Wilson, quien le explicó mi papel en WPI y nuestra necesidad de obtener una donación. Pearsall, sentado a mi lado en un sillón de hotel, giró rápidamente y dijo: “Dave, les daré US$50,000”.

Aunque Pearsall no había asistido a WPI —se había graduado en la Universidad de Denver mediante un subsidio para veteranos otorgado después de la Segunda Guerra Mundial— más tarde diría que su apoyo a la universidad era un “medio para hacer una devolución a la industria que me hizo exitoso". Sin embargo, en ese momento me sorprendió su generosidad y su capacidad de hacer el ofrecimiento sin un segundo de duda. En los años siguientes, siguió apoyando la capacitación en ingeniería de la protección de incendio en WPI. Más tarde, Pearsall y su esposa Marjorie donaron un terreno de cinco acres en la zona rural del sudoeste de Denver a WPI, que finalmente la universidad vendió a más de US$300,000; toda esa suma fue invertida en la carrera de ingeniería para la protección de incendio.

WPI otorgó a Pearsall un Doctorado Honorario en Ciencias en 1996, y en 2004, en el XXV aniversario de la carrera de ingeniería para la protección de incendio, la universidad lo premió con la Medalla Presidencial por su trabajo como Humanista Tecnológico. El año pasado, Pearsall recibió un premio póstumo en la dedicatoria de la Exhibición de Innovadores de la Galería Gladwin de la biblioteca Gordon de WPI, donde tuvo su lugar junto a otros graduados de WPI, como Robert Goddard, conocido como el padre de la cohetería moderna, y Richard Whitcomb, pionero de la aviación.

Duane Pearsall se halla dentro de la reducida lista de las personas más brillantes que he conocido. Un hombre callado y humilde, también tenía una profunda orientación cívica. Era líder de la Cámara de Comercio de los EE.UU. y co fundó el Consejo de Pequeñas Empresas. (En 1976, mucho antes de que se conociera el verdadero impacto del detector de humo doméstico, fue nombrado Personaje del Año de las Pequeñas Empresas por la Administración de Pequeñas Empresas de los EE.UU.). Era invitado frecuentemente a hablar sobre temas de pequeñas empresas frente a comités del Congreso, agencias federales y grupos universitarios y comerciales. Pearsall murió en 2010 a los 88 años, y hasta su último día quiso devolver a la comunidad todo lo que él consideraba que ésta le había dado. Y a través del desarrollo de un detector de humo doméstico accesible y fácil de usar, también tuvo el mayor impacto sobre muertes provocadas por incendios que cualquier otra persona que conozca. Era la primera persona en decir que no lo había hecho solo, pero fue Pearsall el que tiñó de visión, pasión, compromiso obstinado, recursos, diplomacia y habilidades empresariales a la causa y la hizo posible.

Las muertes provocadas por incendios comenzaron a descender al poco tiempo de que los detectores fueran lanzados al mercado. Treinta años después, las muertes provocadas por incendios en los EE.UU. habían caído a la mitad, logrando uno de los objetivos principales detallados en el informe America Burning de 1973, y la tasa de muertes per cápita había sufrido una reducción aún mayor. Se calcula que se evitaron alrededor de 60,000 muertes, si la tasa de fallecimientos hubiera seguido constante a lo largo de esas tres décadas. Mientras que el descenso de las muertes provocadas por incendios puede atribuirse a una serie de factores, incluida una caída en el hábito de fumar, no hay lugar a dudas de que el detector de humo doméstico ha tenido un impacto fundamental. En el mismo período, según las estadísticas de NFPA, el porcentaje de viviendas equipadas con detectores de humo aumentó de menos del 4% al 94%. En la actualidad, las alarmas de humo domésticas con auto-verificación accionadas a batería pueden comprarse por menos de US$10.

En sus memorias, Pearsall escribió sobre el primer informe documentado indicando que un detector SmokeGard había ayudado a salvar vidas en un incendio doméstico. Era el año 1975, y una mañana recibió un llamado de Rexford Wilson, cuya compañía consultora se hallaba en las afueras de Boston. Wilson comenzó a contarle la historia de una familia de Massachusetts que había sobrevivido a un incendio, pero Pearsall lo interrumpió para transmitirlo por el sistema de altoparlantes de la planta de Statitrol. Mientras los empleados escuchaban, Wilson les contó que tenía un SmokeGard quemado y reseco en su oficina, que había sido recuperado del incendio de una vivienda dos días antes. La alarma había sonado en medio de la noche, y una familia de tres integrantes, junto con su perro, habían logrado escapar. El número del inspector de control de calidad (5602) estaba sellado en el detector, y Wilson felicitó al empleado que había realizado la inspección.

Pearsall dio unas palabras de agradecimiento a sus empleados por el sistema de altoparlantes y apenas dejó de hablar se oyó "un aplauso ensordecedor" en la planta.

Esa es la respuesta adecuada para el legado que dejó Duane Pearsall.

David A. Lucht fue el primer director de la carrera de ingeniería para la protección de incendios del Instituto Politécnico de Worcester de Worcester, Massachusetts.


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