lunes, 30 de junio de 2014

@TecniTipsGANB #141

Los Rociadores Hacen la Diferencia
Un nuevo estudio establece un valor dólar para los daños provocados por incendios combatidos por rociadores versus sin rociadores y en ocupaciones industriales, esas diferencias de valor pueden ser muy grandes.

Hace largo tiempo que los aseguradores de bienes y los profesionales en combate de incendios han reconocido que las propiedades protegidas con rociadores generalmente sufren menos daños que las propiedades en las que no hay rociadores. En ningún caso resulta esto más cierto que en las ocupaciones industriales; en estos entornos los incendios suelen provocar daños desproporcionadamente mayores, en comparación con lo observado con los incendios ocurridos en otros tipos de ocupaciones. Puede argumentarse que en los Estados Unidos, sin los rociadores automáticos, la industria no se hubiera desarrollado tan rápidamente ni en la medida en que lo ha hecho. Los rociadores han cumplido su promesa, desde los primeros modelos de rociadores existentes en el mercado a mediados del siglo XIX, que mantenían húmedos los pisos de madera de las fábricas de Nueva Inglaterra mediante la pulverización de agua en todas las direcciones, hasta los rociadores de pulverización estándar de los años ‘50, que enfriaban las construcciones de acero ligero mediante la configuración de un patrón en formato de paraguas de gotas más finas. Actualmente, en respuesta a los almacenamientos cada vez más altos y a las exposiciones modernas, los rociadores de respuesta rápida y supresión temprana (early supression fast-response o ESFR) y otros tipos especializados de supresión pueden lanzar gotas de mayor tamaño hacia abajo, a través del penacho de fuego para controlar y suprimir incendios en sus etapas incipientes.

Un estudio de 14 años de cientos de incendios, llevado a cabo por el Grupo de Ingeniería de Riesgos Patrimoniales de la Aseguradora Liberty Mutual destaca la importancia de los rociadores de incendio en la minimización de daños en propiedades, especialmente en ocupaciones industriales. El estudio analiza 964 incendios graves ocurridos entre 2000 y 2013, en 11 tipos de ocupaciones diferentes, con un límite de daños estimados de $100,000 dólares o más. Los daños totales estimados en esos incendios fueron de $1.2 mil millones de dólares. De los incendios estudiados, 322 fueron incendios industriales: 269 en ocupaciones de fabricación y 53 en ocupaciones de almacenamiento. Si bien esos incendios representaban poco más de un tercio de los incendios incluidos en el estudio, fueron responsables del 49 por ciento de los daños totales estimados.

Los hallazgos avalaban la noción de que cuanto “más pesada” la ocupación, como la industrial, proporcionalmente mayores tienden a ser los daños provocados por incendios. En este estudio, por ejemplo, mientras que los incendios residenciales representaban el 8 por ciento de la cantidad de incendios graves, constituían solamente el 4 por ciento de los daños totales estimados para esos incendios. Aún dentro de las ocupaciones de fabricación mismas, tal como una fundición comparada con un fabricante de relojes, en el extremo más pesado tienden a ocurrir los incendios más costosos y con mayores daños. En general, en una comparación de los daños por incendios estimados, en ocupaciones industriales sin rociadores versus con rociadores, los incendios en instalaciones sin rociadores mostraron un promedio estimado de daños de US$1.9 millones, en comparación con US$638,000 en instalaciones con rociadores, o una relación de aproximadamente 3:1.

Si bien no podemos compartir el informe real con el público debido a cuestiones de confidencialidad, creemos que en este caso una reseña sería un valioso aval en la causa de los rociadores automáticos en ocupaciones industriales. La historia contada por el estudio no es que los incendios en lugares sin rociadores aumentan sus dimensiones eso ya lo sabíamos. El punto fundamental es que cuando hay rociadores instalados en el área del origen y que funcionan según han sido diseñados, los incendios, casi siempre, se mantienen en una dimensión pequeña. Ahora, contamos con las comparaciones en dólares y centavos para demostrarlo.

Procesando las cifras
Dividimos nuestros datos en cuatro partes: incendios en los que había rociadores instalados en el área de origen y que funcionaron según lo diseñado; incendios en los que no había rociadores instalados, pero que claramente podrían haber y habrían funcionado; incendios en los que los rociadores no fueron, y probablemente no hubieran sido un factor determinante; e incendios en los que los rociadores estaban fuera de servicio o de alguna otra manera afectados por condiciones físicas, como en los casos en los que el incendio avanzaba en un espacio oculto sin rociadores o cuando los suministros de agua eran claramente deficientes.

También compilamos los datos comparativos de 11 categorías diferentes de operaciones de fabricación: clases de metales pesados, alimentos, caucho/plásticos, papel/impresiones, textiles/vestimenta, piedra/vidrio, madera/muebles, productos químicos/petróleo, solo edificios, clases de metales livianos y productos agrícolas. Nuevamente, en promedio, los incendios ocurridos en las clases de metales más pesados provocaron daños desproporcionadamente mayores; las clases de metales pesados totalizaban el 43 por ciento de los 269 incendios en lugares de fabricación, pero representaban el 60 por ciento de los US$502 millones de los daños estimados provocados por dichos incendios.

Otra vez, aunque no universal, la tendencia mostraba un diferencial mayor en los daños estimados entre incendios ocurridos en lugares sin rociadores y con rociadores, entre las ocupaciones más pesadas. En las clases de metales pesados, el promedio de los daños por incendios en ocupaciones sin rociadores fue de aproximadamente US$3.1 millones, en comparación con los US$819,000 de las ocupaciones con rociadores, o una relación de alrededor 4:1. De manera similar, para textiles/vestimenta, el promedio de los daños por incendios en ocupaciones sin rociadores fue levemente menor de US$1.9 millones, en comparación con US$461,000 en ocupaciones con rociadores. En todas las categorías, excepto en dos: caucho/plásticos y madera/muebles, fue significativa la diferencia entre el promedio de los daños por incendios en ocupaciones de fabricación con y sin rociadores.

Sin embargo, estas categorías han sido examinadas más detenidamente. Para caucho/plásticos, la estimación de los daños por incendios en ocupaciones sin rociadores fue de un promedio de US$788,000, en comparación con US$766,000 en ocupaciones con rociadores. No consideramos que esto sea una aberración, sino una función de una exposición al fuego única para la industria. Las máquinas de moldeado de plástico combinan el uso extendido de aceites hidráulicos de alta presión con fuentes de ignición rápida. Cuando el aceite hidráulico combustible de alta presión se pulveriza por una fuga en el sistema, generalmente encuentra una fuente de ignición y provoca un incendio de tipo bola de fuego que puede ser una de las exposiciones más severas que enfrentan los rociadores en las clases de fabricación no es sorprenderte que grandes cantidades de rociadores funcionen casi instantáneamente en estos casos. Aún en las mejores circunstancias, los daños en el cielorraso y en los equipos adyacentes pueden ser severos. En un incendio de aceites hidráulicos típico, se prevé el funcionamiento de 10 a 20 rociadores, mientras que lo característico en incendios industriales generalmente es menos de cinco. En la industria del plástico, en promedio los daños estimados por incendio de aceites hidráulicos en ocupaciones con rociadores han sido de aproximadamente US$1.2 millones. Exclusivo de los incendios de aceites hidráulicos, el promedio de daños por incendios en ocupaciones con rociadores ha sido de aproximadamente US$500,000.

En general, esto ilustra una de las características de los incendios industriales: Mientras que los daños resultantes de incendios en ocupaciones sin rociadores suelen ser solamente una función del valor de la propiedad, así como de la combustibilidad de la construcción y ocupación, los daños provocados por incendios en ocupaciones con rociadores se deben a la intensidad del riesgo en el área de origen. El incendio que provocó mayores daños en una ocupación con rociadores, de una suma ligeramente mayor a los US$5 millones, se produjo en aceites combustibles, cuando el sistema de extinción con dióxido de carbono comenzó a funcionar primeramente, pero no logró extinguir completamente el fuego.

En realidad, fue un único gran incendio de aceites hidráulicos ocurrido en instalaciones con rociadores que sesgó la comparación en una muestra relativamente pequeña en la categoría de madera/muebles. Esta fue la única categoría en la que el promedio estimado de los daños provocados por un incendio en instalaciones con rociadores fueron realmente mayores que los provocados por un incendio ocurrido en ocupaciones sin rociadores US$582,000 a US$438,000, respectivamente. Sin el único gran incendio de aceites industriales, sin embargo, los daños estimados promedio provocados por incendios en ocupaciones con rociadores hubieran sido de US$391,000 una diferencia relativamente pequeña debido a la afortunada ausencia de incendios graves en ocupaciones sin rociadores.

Como el estudio incluía a los almacenamientos como ocupaciones industriales, hay tantas variables de mercancías, altura de almacenamiento, disposición, diseño de los rociadores y otros factores que se requeriría de una gran cantidad de datos faltantes para un análisis más profundo. Desde el punto de vista de las pérdidas, no hubo una gran cantidad de incendios como para generar estos datos. En el estudio sí se observó que los incendios ocurridos en instalaciones sin rociadores generalmente provocaban daños 3 veces mayores que los ocurridos en propiedades con rociadores, lo que estaba alineado con la relación 3:1 generalmente encontrada en todas las ocupaciones. 

El elemento humano
El estudio también reveló casos en los que había rociadores, aunque obstruidos o fuera de servicio. En el seguimiento de la mayoría de los casos  en los que había rociadores pero que no controlaron el incendio dentro de los límites previstos las fallas se debieron a lo que denominamos el “elemento humano”, que son aquellas actividades, llevadas a cabo por personas, que brindan soporte o anulan la efectividad de la protección con rociadores.

El elemento humano comienza con el diseño apropiado y la revisión de la colocación y el hardware del sistema de rociadores, así como con una evaluación competente del suministro de agua que satisfaga la intensidad del incendio anticipado según la ocupación. Para obtener mejores resultados, el diseño del sistema debería prever las condiciones más desafiantes, no necesariamente la solución menos costosa. Dicho esto, los rociadores son sorprendentemente resilientes y, en general, se desempeñan con una gran efectividad, a pesar de que haya deficiencias en el diseño.

Sin embargo, no compensan correctamente las fallas en las actividades humanas posteriores al diseño, previstas para mantener a los rociadores en servicio. Dichas actividades incluyen inspecciones regulares, a fin de asegurarse de que las válvulas estén abiertas, mediante el uso de un sistema puesto “fuera de servicio” que garantice que los sistemas de rociadores sean prontamente restaurados luego de las reparaciones, y tal vez lo más importante, la asignación de una persona para que durante situaciones de emergencia verifique que las válvulas se mantengan abiertas, hasta que el cierre sea ordenado por una persona autorizada.

Es ejemplo de una falla de diseño/revisión cuando los rociadores están omitidos en espacios ocultos, en equipos de procesos cubiertos como hornos e impresoras, debajo de entrepisos o en otros cerramientos. En estos casos, el incendio puede avanzar antes de encontrarse con los rociadores. En promedio, los incendios de esta categoría suelen provocar tantos daños como los que se observan cuando no hay rociadores. Sin embargo, el equilibrio entre los daños provocados por un incendio y por el agua se inclina hacia menos daños por incendios y más por agua cuando se demora el funcionamiento de los rociadores.

Otro ejemplo de una falla de diseño/revisión es cuando un incendio ocurrido en una ocupación, simplemente supera la capacidad de los rociadores de controlarlo. Generalmente estos tipos de incendios incluyen una deficiencia en los suministros de agua y son, afortunadamente, pocos e infrecuentes. El estudio incluye incendios ocurridos en tres depósitos en los que se almacenaban neumáticos de caucho, textiles no tejidos y algodón en balas en los que se consideró que los suministros de agua deficientes fueron el factor crítico en la imposibilidad de controlar el incendio. En estos tres incendios, se produjo la destrucción total de los edificios y sus contenidos.

Los más lamentables de todos, son aquellos casos posteriores al diseño/revisión en los que los gastos de capital en rociadores han sido incurridos, pero el beneficio de la protección con rociadores no se materializa en el momento en que es más necesario, durante el incendio. En estas situaciones, conocidas como condiciones de fuera de servicio, había rociadores y deberían haber funcionado, o tal vez hasta incluso funcionaron, pero fueron apagados ya sea antes del incidente de incendio o prematuramente durante el incendio. En casi todos los casos, el resultado de apagar los rociadores antes de que el incendio esté totalmente controlado es casi el mismo que el que se hubiera obtenido si no hubiera habido rociadores. También puede ser muy penoso para quienes son los responsables, motivo por el cual, en general es difícil establecer exactamente cómo se produjo el estado de fuera de servicio. (Vea ejemplos en “El problema del estado de fuera de servicio”.)

Sin embargo, hay excepciones. El estudio ilustra claramente que cuando hay rociadores instalados en el área de origen y cuando funcionan de acuerdo con su diseño—lo que ocurre en la gran mayoría de los casos los incendios casi siempre se mantienen en una dimensión pequeña, como se refleja en el costo de los daños asociados con esos incendios. Este es un motivo clave por el que el valor de los rociadores automáticos para todas las ocupaciones, desde residenciales hasta de industrias pesadas, sigue siendo más ampliamente reconocido, no solamente en Estados Unidos, sino en todo el mundo.

Nuestra esperanza es que el impulso continuará, con la colaboración del trabajo de la NFPA, los principales aseguradores, las organizaciones de combate de incendios y otras partes interesadas para la investigación constante de mejoras en el hardware y la actualización de los códigos y normas sobre instalación de rociadores. Ese esfuerzo colectivo garantizará que los rociadores automáticos continuarán cumpliendo con su promesa de reducir la pérdida de vidas y los daños en propiedades hasta bien avanzado el siglo XXI y posteriormente.

Fred Sanford has sido ingeniero profesional durante más de 55 años y es director de proyectos especiales del Grupo de Ingeniería de Riesgos Patrimoniales de la Aseguradora Liberty Mutual.

Datos de rociadores en instalaciones de fabricación y almacenamiento, del informe de NFPA de 2013 “Experiencia con rociadores en los Estados Unidos”
El informe de 2013 “Experiencia con rociadores en los Estados Unidos” (U.S. Experience with Sprinklers), elaborado por la División de Datos y Análisis de Incendios de la NFPA, incluye información sobre instalaciones de fabricación y de almacenamiento, tipos de ocupaciones que se denominan “industriales” en el estudio de Liberty Mutual. Los datos, tomados de una encuesta de la NFPA y del Sistema Nacional de Informe de Incidentes de Incendio y publicados en el presente avalan los hallazgos del estudio de Liberty Mutual: en estas ocupaciones, los rociadores son extraordinariamente satisfactorios en la reducción de pérdidas de vidas y propiedades en un incidente de incendio.

En el informe de la NFPA, en instalaciones de fabricación (sin incluir edificios en construcción), en los años 2007-2011, en el 48 por ciento de los incendios estructurales notificados había algún tipo de rociador: 85 por ciento eran de tubería húmeda, 12 por ciento eran de tubería seca y 3 por ciento eran de otro tipo.

Los rociadores de tubería húmeda funcionaron en el 91 por ciento de los incendios y lo hicieron de manera efectiva en el 86 por ciento de los incendios. Cuando hubo una falla, los principales motivos fueron el apagado del sistema (62 por ciento) y la anulación del sistema por intervención manual (20 por ciento). Cuando los equipos en funcionamiento no fueron efectivos, los principales motivos fueron la no llegada del agua al incendio (36 por ciento) y un volumen insuficiente de agua descargada (31 por ciento).

Solamente uno o dos rociadores funcionaron en el 67 por ciento de los incendios informados, cuando se utilizaron rociadores de tubería húmeda.

En instalaciones de fabricación, la cantidad de víctimas fatales por cada 1000 incendios informados fue del 88 por ciento menos cuando se utilizaron rociadores de tubería húmeda, en comparación con lo observado en incendios en los que se utilizaron equipos de extinción automáticos.

En instalaciones de fabricación, los daños directos de propiedades, por incendio informado fue del 38 por ciento menos cuando se utilizaron rociadores de tubería húmeda, en comparación con lo observado en incendios en los que no se utilizaron equipos de extinción automáticos.

En depósitos (sin incluir de almacenamiento en frío), en los años 2007-2011, en el 32 por ciento de los incendios estructurales informados se había utilizado algún tipo de rociador: 79 por ciento de tubería húmeda, 20 por ciento de tubería seca y 1 por ciento de otro tipo.

Los rociadores de tubería húmeda funcionaron en el 86 por ciento de los incendios y lo hicieron de manera efectiva en el 84 por ciento de los incendios. Solamente uno o dos rociadores funcionaron en el 73 por ciento de los incendios informados, cuando se utilizaron rociadores de tubería húmeda.

En depósitos (sin incluir de almacenamiento en frío), la cantidad de víctimas fatales por cada 1000 incendios informados fue del 61 por ciento menos cuando se utilizaron rociadores de tubería húmeda, en comparación con lo observado en incendios en los que no se utilizaron equipos de extinción automáticos.

Tanto en instalaciones de fabricación como de almacenamiento, las estimaciones de confiabilidad y efectividad se basan solamente en incendios e instalaciones en los que el incendio debería haber activado y haber sido controlado por un sistema de rociadores operativo, por lo que se excluyen los edificios en construcción, los incendios en los que los rociadores no están en el área de incendio informada como el motivo de la falla o inefectividad, los incendios informados como de dimensiones muy pequeñas como para activar los equipos y los incendios informados como confinados a un recipiente de cocción, chimenea o conducto, caldera o quemador de combustible, compactador comercial, incinerador o recipiente para desechos.

El problema de la puesta fuera de servicio
Que puede suceder cuando los rociadores se enfrentan a un error humano

El estudio de Liberty Mutual documentaba incendios ocurridos en instalaciones industriales, en las que había rociadores que deberían haber funcionado, o que tal vez hasta incluso funcionaron, pero que fueron apagados ya sea antes del incidente o prematuramente durante el incendio. Estas acciones, conocidas como condiciones de fuera de servicio, son casi siempre resultado de un error humano.

En uno de los casos, hubo una condición de fuera de servicio en un depósito en el que, irónicamente, los contratistas a cargo de los rociadores estaban haciendo mejoras en el sistema. En el horario de cierre, les faltó una pieza necesaria para la recarga del sistema. En lugar de obtener la pieza y completar el proceso de recarga, dejaron el sistema apagado sin notificar a nadie y se fueron. Esa noche se produjo un incendio. Los daños que podrían haber sido de aproximadamente US$250,000 a US$500,000 ascendieron a una suma varias veces superior.

Otro de los ejemplos fue un incendio en una típica fábrica textil de Nueva Inglaterra. El incendio, al parecer, excedía lo que normalmente se hubiera esperado en un edificio con rociadores. Después del incendio, un ingeniero en protección contra incendios visitó el lugar y encontró que varias de las válvulas de control de los rociadores estaban en posición cerrada, incluida aquella que controlaba los rociadores del área del incendio. Posteriormente se supo que habían sido cerradas durante el incendio para conservar el agua que se fugaba por alguna de las tuberías dañadas. Si bien las consecuencias de esta acción no fueron investigadas en su totalidad, tiene que, al menos, asumirse que los rociadores del área del incendio también fueron interrumpidos durante el incendio. Nuevamente, los daños del incendio que podrían haber sido de aproximadamente US$300,000 fueron de una suma varias veces superior.

Finalmente, uno de los casos más inusuales y correctamente documentados de rociadores en condiciones de fuera de servicio ocurrió en Roseville, California, en 2010. Si bien se produjo en un comercio de venta minorista, este escenario bien podría haber ocurrido en instalaciones industriales complejas, de grandes dimensiones. Los detalles se tomaron del informe oficial de pérdidas de la Ciudad de Roseville.

Mientras la Westfield Galleria de 1.4 millones de pies cuadrados, ubicada en el centro comercial Roseville Mall (un importante empleador local), se preparaba para las compras de fin de año, una persona de quien se sospechaba llevaba un arma se atrincheró en la sala de almacenamiento de una tienda de juegos de video del segundo piso e inició un incendio. Al hecho le siguió un operativo policial de aislamiento, el centro comercial fue evacuado y se capturó al sospechoso. Los socorristas determinaron que los rociadores de esa área del centro comercial estaban funcionando. Pero el incendio seguía creciendo en intensidad y se propagaba a las tiendas adyacentes, hasta que el derrumbe parcial de un techo hizo que todo el personal a cargo de la emergencia abandonara el lugar. El incendio se incrementó drásticamente y su combate debió realizarse en acciones desde el exterior.

Tras el incidente, la pregunta central fue: ¿cómo pudo haber crecido tanto el incendio cuando los rociadores deberían haberlo contenido? Una investigación reveló que, sin que las autoridades lo supieran en ese momento, en realidad los rociadores habían sido desactivados poco tiempo después de que los socorristas llegaran al lugar. Los socorristas no lo detectaron hasta más de un hora después, cuando el personal del cuerpo de bomberos casualmente escucha a un empleado de mantenimiento de Westfield comentar que la policía le había dicho que cerrara una de las válvulas de los rociadores. Al oír esto, el cuerpo de bomberos le ordenó que volviera a abrir la válvula, lo que se hizo aproximadamente 71 minutos después de haber sido cerrada tiempo suficiente para que el fuego se intensificara y se propagara. En la investigación final constaba que un conductor del servicio de entrega retransmitió un mensaje de “cerrar la válvula” de la policía al empleado del mantenimiento.

El incendio fue extinguido al día siguiente, pero la Agencia de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF) no permitió la reapertura del centro comercial hasta varios días después. De acuerdo con lo expresado por ATF, el incendio destruyó 20 tiendas y provocó daños por una suma estimada en US$55 millones. Las cuatro tiendas anclas habían logrado aislarse del centro comercial, lo que de alguna manera limitó los daños que podrían haber sufrido. El hombre que provocó el incendio se declaró culpable de dos cargos de incendio intencional y fue sentenciado a 15 años de prisión federal. 


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