CUANDO LE TEMES AL ÉXITO
- ¡Qué tengo miedo a progresar? ¿Hombre!, ¿y qué habría de malo en salir de pobre? –fueron las preguntas de mi amigo Juan A. formuló cuando le enseñé que había algo más que dificultades “allá afuera, para mejorar su situación financiera.
- Pues sí –le respondí- Tienes talento, juventud y ganas de tener éxito, pero te mueres de miedo.
En efecto, Juan A. era uno de los tantos personajes capaces , entusiastas y estudiosos que andan por la vida esquivando el fracaso, contando las monedas que cargan en el bolsillo para pagar las cuentas y echándole la culpa de sus males, ya sea al gobierno, al capitalismo, a la mala suerte o a la bruja de las peinetas, si es que no hallan a quien más apuntar su dedo.
Claro está que tampoco hay que cargarles la mano a quienes desconocen cómo sus procesos internos, afectan sus vidas. Poco es lo que se nos enseña en la crianza familiar a mirar hacia dentro para detectar los mecanismos que nos sabotean en lugar de ayudarnos a alcanzar nuestras metas. Si unido a ello tenemos una sociedad que maneja en forma hipócrita el tema del bienestar económico, satanizando la riqueza y exaltando la miseria al tiempo que la condena, el cuadro de la derrota está completo.
En el miedo a triunfar coexisten varios factores que hemos internalizado casi sin darnos cuenta. Por una parte, suele estar una figura parental sublimada en dos modalidades distintas:
1. “Esta persona es la única que puede tener éxito y así lo ha demostrado. ¡Quién soy yo para competirle”.
2. “Si esta persona, que tiene todas las cualidades del mundo, no alcanza lo que desea, ¡qué voy a poder yo, que soy menos que ella?”
Mediante esas fórmulas guardadas en el insconsciente, quedan condenados al fracaso todos los proyectos que se emprendan para progresar o alcanzar metas supuestamente deseadas y a las cuales dedicamos gran parte de nuestro tiempo.
Al lado de estas consignas nocivas, encontramos también la nefasta comodidad de mantener el estatus actual porque nos es conocido y el temor a que al subir de nivel, tengamos que enfrentar el reproche de aquellos que se han quedado atrás o la condena “por vanidosos”, de quienes viven mortificándose en la subsistencia, sin pasar más allá de la mera mortificación.
A esta última circunstancia tuvo que someterse Juan A., luego de resolver el problema que le creaban sus indecisiones y las trabas que él mismo se imponía sin darse cuenta. Perdió algunos amigos, recibió pacientemente las críticas que le hicieron sus ex compañeros de trabajo al asociarse a unos jóvenes empresarios para lanzar un exitoso producto al mercado y padeció los arteros ataques de los envidiosos que pululaban en su entorno.
- Es el precio que hay que pagar –me dijo un día- pero bien vale si me siento bien conmigo mismo y vivo mejor que antes.
No quiero cerrar este artículo en un sospechoso final con olor a cuento de hadas.
La situación actual no es fácil. Superar el miedo es una tarea compleja y sin garantía de un desenlace feliz. Alcanzar el éxito depende de muchos factores y no de un acto de magia; pero sin duda, es mucho más inteligente planificar una ruta conociendo y controlando el instrumento que nos guía, que vivir temblando ante los retos y buscando excusas para quedarnos donde estamos.
La decisión está más allá en nuestras manos que en los albures de la suerte o en los designios de unos extraños por poderosos que puedan ser.
¿Atacaremos el autosaboteje o seguiremos en las lamentaciones, como el manco que se mira el muñón?
Por César Landaeta
Psicólogo, especialista en sistemas humanos
*Publicado simultáneamente con Punto de Encuentro Complutense (Página de la Universidad Complutense. Madrid, Junio 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario